Desde Caracas, ciudad aborrecida y deseada, el paraíso se vislumbra como una quimera imposible, sin lugar. No parece que en esta urbe de vértigo haya existido alguna vez un pedazo de aquella socorrida “tierra de gracia” que avistó Colón.
Irónicamente, las expectativas del país promisorio hunden sus raíces en el territorio yermo de una naturaleza perdida, tal como sucede por ejemplo en el Boulevard de Sabana Grande, uno de los núcleos más concurridos del Distrito Capital. En algunos tramos quedan aún las reminiscencias nominales a las plantas endémicas del lugar: apamates, jabillos, mangos y acacias hoy inexistentes dan nombre a varias calles y avenidas transversales. En vez de la llanura alfombrada por la vegetación silvestre, lo que está es un potrero de adoquines por donde circulan diariamente manadas de transeúntes. En lugar del jardín edénico, lo que hay es un infierno asfaltado (si cabe la paráfrasis al título del libro rubricado en 1963 por Adriano González León y Daniel González) donde crecen los signos edificados –torres, postes, comercios- de un porvenir que nunca llega. Del resto, hay que conformarse con el fulgor extinto de los letreros de antaño, las vidrieras salpicadas de polvo y los vestigios estructurales de la economía informal.
Suwon Lee recoge las paradojas y sinuosidades que configuran nuestro imaginario urbano en sendos libros enrollados, impresos digitalmente sobre papel de algodón, en cada uno de los cuales plantea un recorrido bidireccional por el Boulevard de Sabana Grande a partir de fotografías realizadas en 2007, momento en que acontece el desalojo de los comerciantes callejeros y el inicio de la rehabilitación de la zona. Con la delicadeza perceptiva que caracteriza su trabajo y con la ayuda de un ingenioso dispositivo diseñado para que las imágenes “rueden” ante la mirada del espectador, la artista ofrece un testimonio exhaustivo y multifocal del cambio fisionómico sufrido por este importante segmento de la ciudad. Al mismo tiempo, Lee logra captar ese combate, aún inacabado, entre la ruina y el esplendor, entre la pulsión destructiva y el orden recuperado, cuyo sustrato se sostiene en las figuras modélicas del “paraíso perdido” y la “ciudad ideal “.