“Editorial II. Muestra de videos”


 “Editorial II. Muestra de videos” reúne el trabajo de cinco artistas que revisan críticamente la iconografía épica en Latinoamérica, centrándose fundamentalmente en los emblemas patrios y la figura de los próceres de la independencia. El colombiano Carlos Castro, el mexicano Miguel Rodríguez Sepúlveda y los venezolanos Iván Candeo, Déborah  Castillo y Juan José Olavarría utilizan el medio videográfico de manera preponderante en sus respectivas investigaciones. Las obras, fechadas entre 2007 y 2010,  recogen el desgaste (tanto simbólico como material) de la narrativa heroica, mostrándola como un ritual desencantado, cuya reiteración y omnipresencia  va acompañada   de un proceso de vaciamiento de su sentido.  
En todos los casos, se trata de video creaciones directamente enmarcadas en contextos de producción y recepción donde los asuntos tratados son claramente legibles. Débora Castillo aborda críticamente el comportamiento adulatorio de algunos sectores frente al estamento militar. Juan José Olavarría nos devuelve la imagen fundacional del emblema patrio como un estereotipo reproductible mecánicamente. Carlos Castro hace de la estatua de Simón Bolívar un ícono indefenso ante la rapacidad de las palomas. De manera similar, Iván Candeo presenta una reproducción de la imagen de Francisco de  Miranda en la Carraca, lugar de confinamiento donde también encontró la muerte el precursor de la independencia,  bajo el asedio voraz de las  ratas. Finalmente, en el trabajo de  Miguel Rodríguez Sepúlveda la transpiración de los ejecutantes va borrando de sus cuerpos los rostros dibujados de Simón Bolívar, José Gregorio Hernández, el Cacique Guaicaipuro, María Lionza y otras figuras distintivas  de la cultura local.
Si, como señala el historiador Tomás Straka,  nuestros antepasados se refugiaron en el honorable y ejemplar legado  de los héroes y los símbolos para contrarrestar las carencias de las repúblicas inconclusas[1], las obras de estos creadores encarnan un presente desencantado donde los caudillos ya no son como dioses redentores. No hay aquí la gallarda avanzada de las huestes libertadoras ni la solemnidad de los festejos militares que gustaban pintar Martín Tovar y Tovar, Arturo Michelena y Tito Salas. Tampoco aparecen  los ademanes pomposos de la retórica oficial diseñada para ocultar las calamidades del presente detrás de las glorias  del pasado. Todo  lo que hay son imágenes de una historia estereotipada, sometida al escarnio del tiempo. Afiches y estatuas devenidas en alimento de roedores y aves; botas lustradas con saliva, falsos tatuajes y banderas de un ideal olvidado. Sólo son restos sin sustancia, vestigios de un mito que se desvanece.
Los trabajos videográficos reunidos en esta exposición revisan el pasado sin nostalgia ni resentimiento. Su intención no es juzgar o enaltecer el relato épico, sino desenmascarar el mecanismo de reproducción cíclica que genera su perpetuidad ilusoria. En realidad, nada ha cambiado. La historia sigue girando en torno a la fijeza de las imágenes, aunque los nuevos  flujos de sensibilidad ya no sean tan permeables a su hechizo.  Sin embargo, la iconoclasia no es un antídoto seguro para tratar con la idolatría, sobre todo cuando se entiende que la imaginería épica asienta gran parte de su sentido y efectividad en la naturaleza y uso de los medios empleados.



[1] Straka, Tomás. La épica del desencanto. Editorial Alfa. Caracas, 2009