"Al deconstituir lo diáfano, queda al desnudo la carne de la palabra"
Jacques Derrida
Esta frase de Jaques Derrida, perteneciente a su texto La escritura y la diferencia, se refiere a una de las aristas principales que dominó los postulados de lo que fue El teatro de la crueldad de Antonin Artaud. En las convulsas líneas que tramó en la Europa de los años 30, Artaud propone la destrucción de las formas tradicionales de la representación, con el fin de borrar los lineamientos habituales de la mimesis como simulación falsaria de lo real. Para Artaud, el triunfo de los caracteres individuales debía desaparecer, borrarse, anularse, dar paso a la vida, a la liberación de la palabra, a la fuerza de lo primigenio; revelar sobre la escena al hombre no en su carácter de permanencia, sino en su condición transitoria, refractaria, original: placer y dolor de lo aún no nombrado, palabra que se retuerce en la víspera eterna de su propio nacimiento y muerte.
Para Andreotra, es justamente esta compleja escena artaudiana la que le interesa explorar en su más reciente propuesta, titulada Ahora no lo recuerdo. En las 70 fotografías sobre cerámica que nos presenta, el desvanecimiento de palabras y frases de la infancia se sucede a través de una grafía que parece descomponerse y silenciarse entre los acuosos trozos de un espacio primitivo, tan placentero como terrible. Las fuerzas veladas de las palabras conocidas, de la memoria emotiva, del gesto aprendido y de los ritos de lo social, son atrapados por estas baldosas que rememoran las paredes de una carnicería. A través de una fuerza suspensa, la artista conjuga diversos elementos y aturde el curso reconocible de sus lógicas, de sus resonancias; poco a poco lo fijo se va silenciando, se corta, se esparce, se ahoga… y como en el sueño de Artaud, la individualidad se desmorona, lo aprehendido se quiebra, la palabra desaparece: la puerta sonora y cortante del doloroso vaivén entre la vida y la muerte, ha sido abierta.